Mucha gente cuestiona a David Ortiz por diferentes razones, ya sea su forma de hablar, su corte de pelo, las cadenas que usa, los relojes que porta o si le gusta la música urbana o compartir en lugares que algunos entienden que no son los más «apropiados».
Esos son los mismos que ignoran los más de mil niños que ha operado del corazón a través de la fundación que lleva su nombre o el trato que le dispensa a los jugadores jóvenes que vienen subiendo.
Pero la chispa y personalidad de David es mucho más que eso y la humildad con la que se maneja, realmente, lo pone por encima de cualquier cuestionamiento que se le pueda hacer.
David Ortiz es una leyenda en los Estados Unidos, donde recibe mejores y mayores valoraciones que en su propio país, recordando la famosa «Nadie es profeta en su propia tierra».
Ortiz distingue a los dominicanos, conoce por su nombre prácticamente a todos los periodistas que han cubierto béisbol en las últimas dos décadas y se toma su tiempo para demostrar cosas que no son muy comunes entre los atletas.
Es más, Ortiz hasta gestiona entrevistas para los cronistas cuando el entrevistado puede ser algo complicado, como lo hacía con frecuencia con Manny Ramírez en Boston… yo puedo testificarlo.
Y lo hizo de nuevo esta semana, en el Juego de Estrellas, con mis hermanos Vian Araujo y Ricardo Rodríguez, de Abriendo el Podcast.
En varios vídeos que se hicieron virales se vio a Ortiz decirle a Alex Rodríguez, «hey, dale que estos tigueres son los que están rompiendo tó».
Y luego llamó a Derek Jeter y a Paul O´Neill, con quienes compartía el prejuego de Fox Sports, para que los saludaran por igual.
Y por si no fuera poco, Ortiz tomó el celular de Vian y fue quien tomó la foto que luego colgaron en sus cuentas de redes sociales y que el propio Alex «reposteó» en su cuenta de Instagram.
Quizás haya alguien que piense que eso es una tontería, pero en un mundo como el actual, en el que cualquiera que no ha logrado nada en su vida se cree por encima hasta del bien y el mal, el comportamiento de Ortiz a mi, en lo particularmente, me sigue pareciendo poco común.
Y por eso, nuevamente, tengo que quitarme el sombrero ante él, porque ese don de gente, esa humildad es parte de lo que lo hace ser grande, realmente grande.
El Big Papi no defrauda en ese sentido.