Hace exactamente un cuarto de siglo, ‘Su Majestad’ saltó al plato en Saratosa, Florida, e hizo historia al debutar en los diamantes de las Grandes Ligas.
En 1993, Michael Jordan estaba en la cumbre de su carrera. De la mano de los Bulls, el basquetbolista ya había alcanzado el tricampeonato en la NBA tras vencer a los Lakers, Trail Blazers y Suns. Además, ya ostentaba tres de sus cinco distinciones de MVP.
Sin embargo, al término de esa temporada, Jordan decidió ponerle pausa a su carrera argumentando que había perdido interés en jugar basketball y, también, motivado por el asesinato de su padre, James Jordan, en Lumberton, North Carolina.
Y en un movimiento aún más sorpresivo, el 7 de febrero de 1994 firmó con los Chicago White Sox ─novena que pertenece a Jerry Reinsdorf, también dueño de los Bulls─ un contrato de Ligas Menores. Posteriormente, Jordan, de 30 años en ese entonces, argumentó que su decisión se dio para seguir el sueño de su padre, que siempre lo imaginó como un pelotero en la Gran Carpa.
Su paso por el baseball profesional
El 4 de marzo de 1994, como parte del Spring Training de la novena de la ‘Ciudad de los Vientos’ tuvo su primera aparición en la caja de bateo. Poco más de un mes después, el 7 de abril, Jordan apareció en Wrigley Field para enfrentar a los Cubs en un juego de exhibición.
No obstante, sus apariciones con los White Sox fueron contadas. Todo ese año lo desempeñó con los Birmingham Barons de Ligas Menores, donde tuvo participación en 127 juegos, donde ocupó la posición de outfielder.
En la temporada que pasó en la antesala de las Grandes Ligas, Michael Jordan registró 436 turnos al bat, donde consiguió un porcentaje de bateo de .202, al conectar 106 hits y solo tres home runs. Además, recibió 114 ponches por 51 bases bola; robó en 30 ocasiones una base, anotó 46 carreras e impulsó 51 más.
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