Desde hace mucho tiempo, los involucrados en la parte del negocio del béisbol en la República Dominicana han concluido que aquí se vive una especie de «Salvaje Oeste» donde todo es posible, y donde absolutamente nadie pone reglas.
Y con el paso de los años, la situación ha ido empeorando… y mucho, desde los días en que MLB envió a Sandy Alderson a tratar de poner orden al caos y el «cuco» del draft internacional era combatido por todos.
En términos del desorden, no mucho ha cambiado. De hecho, ha empeorado, pero 14 años más tarde, hasta los más acérrimos enemigos del sorteo internacional entienden que la única solución para la anarquía que representa la contratación de peloteros profesionales es el draft.
Como dicen por ahí, se apostó a que el mar entrara… y ya entró. Mientras tanto, hemos permitido que se dopen niños desde los 11 años y ya ayer, bajo la firma de Nathanael Pérez, vimos el caso de uno de 14 años que murió al ser inyectado con el esteroide veterinario boldenona, conocido popularmente como «caballín».
Pero también hemos permitido que se falsifiquen documentaciones e identidades para tratar de hacer pasar muchachos de 19 años por niños de 14.
No menos cierto es que los equipos de Grandes Ligas en el país han violado todas las reglas que la institución impone… sin que pase nada.
Los niños dominicanos no tienen quién los defienda, pues todo aquel que parece tener el chance de convertirse en millonario deja de ser niño y se convierte en una cosa y eso también tiene un nombre: explotación infantil.