Orelvis Martínez fue subido a las mayores el fin de semana, para convertirse en el dominicano 929 en debutar en las Grandes Ligas y lo hizo con los Azulejos de Toronto, equipo que menos de 24 horas después tuvo que ver como Major League Baseball anunciaba su suspensión por 80 partidos tras violar la política antidopaje de Grandes Ligas.
Martínez, de 22 años de edad, usó una vieja confiable para justificar su dopaje: estaba sometido a un proceso de fertilización junto a su novia de 19 años y un médico en la República Dominicana le suministró clomifeno, una sustancia prohibida por la WADA desde hace más de una década.
El clomifeno tiene la capacidad de aumentar los niveles de testosterona y en el país algunos médicos lo prescriben en los procesos de fertilización aun cuando es un medicamento diseñado para las mujeres y la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos (FDA) no acepta su uso en varones.
En el mundo del dopaje, se usa clomifeno como «postciclo», para ayudar al cuerpo a nivelarse después de períodos de uso de sustancias.
Pero nada de eso importa. No hay justificación alguna para alegar desconocimiento en los casos de dopaje, un sistema que existe en MLB desde hace dos décadas.
Incluso, existen exenciones médicas al programa de dopaje y eso también lo saben todos los peloteros, por lo que alegar que se usó algo a escondidas de los médicos del equipo no tiene mucho sentido.
Es tiempo que se dejen de buscar excusas banales para justificar comportamientos equivocados que no tienen ninguna justificación.